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Reseña del libro de Irene Vallejo «La luz sepultada». Ed. Paréntesis.

Todos sabemos que la frase «no es un libro más sobre la Guerra Civil» significa que sí que lo es. También sabemos que quedarnos en la anécdota sería injusto y que la Guerra Civil se ha convertido hace tiempo en uno de esos espacios que  permiten en nuestra literatura hablar del aislamiento, la soledad y el miedo. Eso hace Irene Vallejo en su primera novela «La luz sepultada» en la que se describen las vivencias de una familia de «desafectos» al régimen en la Zaragoza del año 36.

Irene Vallejo se destapa en este libro como una gran creadora de personajes que quedan muy por encima de la acción en todo momento. Los tres actores principales del relato dan para un estudio de psicología y para buscar unos cuantos simbolismos y unas cuantas puntadas con hilo autobiográfico de la autora que parecen entreverse en el perfil complejo, femenino y joven de la protagonista Martina. Las figuras paterna y materna también tienen un tratamiento intenso y digno de una atenta observación. Es especialmente llamativa la figura de madre indolente y a la vez sensual que encarna la figura de Aurora. Quizá sea un modo de superar el arquetipo de mujer florero del siglo pasado, incapaz de tomar decisiones, testigo y no protagonista de su vida.

Vallejo es una autora clásica en el sentido estricto de la palabra. Clásica de formación y clásica en sus maneras narrativas. La novela sigue un patrón narrativo tradicional, con un pulso bien llevado y con esquemas internos muy definidos, entre los que destaca constantemente una pequeña pincelada de acción del personaje antes del diálogo. Se echa en ocasiones de menos algún rasgo descontrolado e inexplicable, alguna salida del guión o una autoafirmación de la autora en el texto. Quizá para más adelante. Mientras tanto, las presentaciones del libro de Irene Vallejo se llenan de gente, público de verdad, y su libro se vende con fluidez. Hacer las cosas bien no es tan sencillo.

Las sensaciones son también protagonistas en esta novela. Sensación de calor, sensación de miedo, cansancio, esperanza… Para conseguir esta atmósfera, la autora utiliza con soltura la ciudad de Zaragoza y su calor veraniego, sus calles, sus árboles y multitud de elementos que contribuyen a poner sobre los hombros de los personajes protagonistas todo el peso del mundo. Lean a Irene Vallejo. Ella les llevará de la mano a un espejo que refleja algo más que una cara.

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