Concienciar y sensibilizar. Siempre aparece alguien con ese objetivo. Nos sobra concienciación y nos falta conciencia. Nos sobra sensibilización y nos falta sensibilidad. La sensibilización y la concienciación terminan siendo una forma de propaganda vendida con buenas palabras. Las dos buscan un cambio de hábitos en la sociedad y la imposición paulatina de una costumbre. Son, a fin de cuentas, campañas de información encubiertas. Algunas están llenas de inocencia y otras rebosan intención. La sensibilidad y la conciencia ayudan a dirigir la propia conducta hacia un fin elegido libremente. La sensibilización y la concienciación te llevan al ritmo de la moda porque son términos relativos y manejables. Sirvan como ejemplo los últimos coletazos anti tabaco. La sensibilidad ayudaba a no fumar cuando se molestaba. La sensibilización, en cambio, impone no fumar en determinados ámbitos. La buena conciencia, acompañada del sentido común sugiere preguntar a los demás si les molesta el tabaco. La concienciación prohíbe y, además, en este caso, invita a delatar con una frialdad asombrosa. Otra vez, la guerra de las palabras, el arma del lenguaje. Mientras tanto, yo ya he decidido que nunca estaré concienciado ni sensibilizado y que huiré de concienciadores y de sensibilizadores como de la peste, por si acaso. Empiezo a sentirme extraño en una sociedad autómata capaz de dar bandazos en sus hábitos y costumbres a golpe de ley. Me da miedo escuchar en conversaciones argumentos que planeó un legislador más o menos iluminado y que calan en el rebaño de borregos como dogmas irrebatibles. Esta columna no pretende hablar de tabaco, pero a mí, que soy algo deportista y poco amigo de ataduras físicas, me están entrando unas ganas enormes de empezar a fumar.
Publicada en Heraldo el 21 de enero de 2011
Hola Luis,
Nos ha parecido tan acertado y oportuno tu artículo que nos hemos permitido colgarlo en el blog del BV80.
Una opinión muy a tener en cuenta, porque es hacia donde vamos: hacia un rebaño social que se delata se flajela, se humilla ante los legisladores-etc que viven de su lana.
Me ha recordado una anécdota de mi » viejo amigo», que en Paz descanse: Camilo José Cela, cuándo dijo: «es peor estar jodido que estar jodiendo».
Un abrazo hombre
Muy bueno, Juan Luis, muy bueno.
Me ha gustado mucho.