Esto que voy a decir no es una opinión, así que no me llamen negacionista, que es, por cierto, una palabra fea y agresiva utilizada para nazis y gente indeseable. Ahí va la frase: el Cambio Climático no parece ser tan importante como decían. Ha llegado la crisis y muchos planes para luchar contra el calentamiento de la Tierra se han difuminado. De hecho, en España, los Presupuestos Generales del Estado reducen a la mitad la asignación dedicada a esta materia. Además, el presupuesto total de ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente se rebaja en un 31,2 por ciento. Pongamos algún ejemplo más: el presidente de Mercadona, Juan Roig, dijo el otro día, entre otras cosas nada despreciables, que cobrar por las bolsas había supuesto un ahorro al país del 0’02 % del PIB. Ni bolsa caca, ni nada. Ahorro puro y duro para el empresario a cargo del bolsillo del ciudadano que además de pagafantas pasa a ser pagabolsas. El planeta es una buena excusa. ¿Va a querer bolsas? Sí, señorita. ¿Cuántas? Usted sabrá. Otro ejemplo cercano: el Pabellón de España que iba a ser el Instituto del Cambio Climático languidece triste y pierde ladrillos como si la nada de la Historia Interminable se lo fuera zampando poco a poco. La nada avanza porque las personas han dejado de imaginar, porque están desesperadas. Las personas desesperadas son fáciles de dominar y quien tiene el dominio tiene el poder. Vean la película. Lean el libro. El Cambio Climático trae pobreza y hambre. Hablemos de pobreza y hambre entonces y no convirtamos un asunto serio que nos hará culpables a los ojos de la historia en un conjunto de prebendas, puestos de trabajo, estrategias regionales y demás excusas para colocar amigos y chupar de la borrega. Ya ven, una columna de opinión sin opinión. O casi.
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