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Que canten los simples, que alcen la voz, que hagan al mundo escuchar, que unan sus voces y lleguen al sol, en ellos está la mediocridad. El mundo de hoy es de los simples y no me refiero a los sencillos, ni a los humildes sino a los simples, también llamados, quizá con más acierto, simplones.

Un simple es ignorante por definición, no tiene discurso, ni contenido, pero tiene muchas ventajas competitivas en esta sociedad: es fácil de manejar, siempre cae en gracia porque molesta poco y todo le parece bien.

Hay profesiones que cultivan la emulación de la simpleza como defensa. Me refiero sobre todo a los futbolistas. Saben mucho más de lo que parece, pero cuando les toca hablar delante del micrófono, dicen simplezas quizá por orden o sugerencia de sus jefes de comunicación. Algo parecido, con honrosas excepciones, hacen también los políticos.

Hay también un grupo de intérpretes musicales que salen mucho en la televisión y que son, en general, la máxima expresión de la simpleza. Los hemos visto decir frases sin ningún contenido, cuestionar el diccionario de María Moliner, decir caca culo pedo pis y balbucear, en algunos vergonzantes casos, frases repetitivas.

Estos simples triunfan todavía y los vamos a llevar como lastre quién sabe hasta cuándo. Está mal visto criticar a un simple, pero es nuestra obligación detectarlos y escapar de su influencia. Sálvese el que pueda.

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