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Está claro que los políticos no están muy finos, pero son ellos los que cortan el bacalao. Está claro que algo de culpa tendremos los ciudadanos por estar dormidos y por no saber hacer nada para manifestar nuestro desacuerdo. Nos han anestesiado con la televisión, el iphone y el fútbol. Estamos teledirigidos. Vamos por unos raíles, como las atracciones de feria y no tenemos capacidad de salirnos del tiesto, pensar por libre y manifestar nuestra disconformidad con el sistema. En ocasiones, el sistema, la democracia –con tan buena prensa y tanta alabanza gratuita- acaba siendo nuestra carcelera porque no sabemos o no podemos darle un uso humano y racional. Ante esta situación cabe aislarse y dejar todo a un lado, ser eso que se llama “apolítico”, una tentación muy apetecible en estos tiempos, pero que tiene una vertiente culpable. Cabe otra opción, ser político y estar implicado en el asunto: votar, manifestarse, defender una opción o esperar a que haya elecciones anticipadas. Sin embargo, queda claro que el sistema es incompleto. Falta participación. Cuatro años son demasiados para esperar a votar. La crisis lo está dejando claro. Es el tiempo del ingenio.

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