Seguro que han oído hablar de la niña Hannah Jones, que ha decidido rechazar el transplante de corazón que podría salvarle la vida. Los médicos quieren curarla, claro, pero ella está muy cansada de luchar contra la leucemia y ha dicho que no quiere trasplantes. Esto no es ni eutanasia, ni muerte digna, ni asistencia al suicidio. No es nada de eso, pero muchos están empeñados en venderlo como algo así. Se equivocan o, quizá, mienten. La decisión de la niña es discutible, pero se debe respetar y no debe juzgarse a la ligera. También es cierto que su enfermedad es casi incurable y que, en este caso, los médicos sólo buscan cumplir con su deber, que es sanar a sus pacientes. Hay que entender a la familia y respetarla. También hay que decir que se puede luchar hasta el final. Un ejemplo: el caso de José Carlos Galera que espera en Estados Unidos junto a sus padres una curación para una enfermedad terrible.
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Pienso que tiene que prevalecer la decisión de la niña, que hay que respetarla, aunque nos parezca duro.