Hay una expresión que detesto: guardar las distancias. Se utiliza para marcar el territorio y no dejar que la gente se acerque demasiado a uno. En el caso de los políticos queda claro que hay muchos que guardan las distancias siempre. Otros son más cercanos. La verdadera virtud está en la humildad y los que guardan las distancias y son muy estirados –expresión interesante –resultan aburridos y desagradables y suelen andar lejos de la virtud. Nuestros políticos tienden a la vanidad y al engolamiento como los globos aerostáticos tienden a subir hacia el cielo. Guardar las distancias y ser un poco tieso es, en muchos casos, un mecanismo de defensa, una forma de luchar contra la timidez, la incapacidad o la falta de argumentos. Yo nunca me fío de los estirados, ni de los que guardan demasiado las distancias con los que creen que están por debajo de ellos. Somos todos muy parecidos, vulgarmente parecidos.
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