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De tu ventana a la mía. Paula Ortiz (2011). Amapola films.

Penélope, Ofelia y Minerva comparten un ovillo de lana. «El Ángelus» de Millet cobra vida en la pantalla. La Loli, que me cuidaba de pequeño, protagoniza una película. Quién me lo iba a decir. «De tu ventana a la mía», la película de Paula Ortiz que abandona pronto la cartelera, es una pequeña caja de Pandora estética. Quizá esta reseña, imprecisa y tardona, sirva para que alguno vaya a ver la a última hora o se haga con la película cuando esté disponible en DVD. Recomendable.

Me encanta que las formas estén bien cuidadas tanto en esta película como en las bodas de mis amigos. Ya vale de ser cutres. No todo se arregla con dinero. El buen gusto y el ingenio hacen milagros. La búsqueda de la belleza más allá del efecto y de la sensación es un soplo de aire fresco notable en el  cine joven español, que tiende a descuidar estos detalles o a maltratarlos. La mirada de Paula Ortiz tiene algo de lupa y algo de pincel de pintor. Hay gestos, expresiones y colores que parecen convertir la pantalla de cine en un enorme microscopio. Hay planos en los que parece que se esté secando el acrílico sobre el lienzo. Cuando escucho a la gente que hace cine y cortometrajes,  noto que hablan  más de ópticas, cámaras y cacharros que de historias. Cuando veo la película de Paula, me apetece hablar de historias y no de tecnología. Buena señal.

Las historias que se cuentan en «De tu ventana a la mía» son tres dramas como tres soles. Planteamiento. Nudo y desenlace. Se echa de menos descubrir la grandeza de las tres protagonistas en el trayecto dramático y no tanto en el desenlace. Las historias grandes, las historias interesantes se producen en el «mientras» y no en el «fin».  En esta película asistimos a un calvario con resurrección final, pero nos perdemos, quizá, los milagros y la predicación.

Ofelia, Violeta para los amigos, vive con un tío dominante en una casa con invernadero. Se enamora de un chico que va a pasar unos días en su casa. La película dice que va  a pasar unos días para escapar a Francia, pero lo cierto es que va para enamorarse de Violeta. Como escéptico del cine, detesto que la música vaya por delante de la acción en las películas. Esto no pasa en «De tu ventana a la mía», afortunadamente. Sin embargo, alguna interpretación y algún giro de guión sí que se anticipa a la acción y evita la tensión y la sorpresa siempre necesaria en cualquier historia. Menos es más. En cualquier caso, la interpretación de la actriz Leticia Dolera resulta muy acertada en esta parte de la historia. La escena de la bañera es una de las mejores de la cinta, ya que muestra la fuerza de la redención, el perdón y la limpieza interior: empeñarse en vivir o empeñarse en morir. La solución de la historia resulta sutil y muy brillante. La delicadeza del entorno, la paleta de colores o el ambiente húmedo son elementos que crean un entorno perfecto para que la actriz flote como un nenúfar sobre los fotogramas.

Maribel es Penélope. Una Penélope fuerte que espera a Ulises día tras día y que mientras teje se pincha con el huso de una rueca, pero no se queda dormida. Muy al contrario, despierta más si cabe y manda a los pretendientes a tomar viento, un viento, por cierto, muy persistente y ruidoso. Silenciosa tejiendo y destejiendo nieve. Me gustan los detalles de la historia de Penélope, más que la historia en sí. Los espejos con reflejos imposibles, capaces de mostrar un estado del alma, la predicción en el sexo del hijo, los hilos, el trigo y la elección por vivir y por seguir adelante. Ulises, esta no es tu película. Eres secundario por una vez. Sin duda alguna, uno de los grandes momentos de esta historia esta en la fiesta posterior a la boda en la escena de incertidumbre y desasosiego que se vive como espectador. La Guerra Civil es solo el escenario. Dos picoletos y poco más. Mejor.

Luisa Gavasa es una Minerva guerrera y solterona que comparte la vida con una iluminada insoportable que, a fin de cuentas, la quiere. Me gusta que esta actriz no module como el resto. Los actores españoles tienden a hablar en susurros con una voz impostada insoportable que corre al principio y frena en la última palabra. Luisa habla de verdad, sin tonterías y eso le da más credibilidad. Luisa es como la Loli que me cuidaba de pequeño, una mujer soltera que no ha encontrado el amor no se sabe muy bien por qué y que busca algo imposible. La vida le lleva a darse cuenta de que, tarde o temprano, hay que desmelenarse. No me gusta el cromo de Zaragoza que se ve en la ventana. No tiene la perfección que tiene el resto de la película y se nota. Un señor con bigote hace todo lo posible por ligar con Luisa, pero no hay nada que hacer, o quizá sí.

La humanidad es más universal que la feminidad. Hay cosas que se hacen porque sí y que no quieren decir absolutamente nada. A veces, el desastre es lo más estético y lo irracional lo más profundo. La película respira mucho, en el sentido literal del término. A Paula Ortiz le gusta marcar el tempo de sus filmes con la respiración de los actores. En futuros proyectos, escucharemos seguro respirar más a las historias. La película es un monumento a la belleza, a la lucha y a la redención. No es una película solo para mujeres. Es una obra para personas con sensibilidad, un trabajo de años resumido en una hora y media, una visita al peluquero del alma, una curación imposible y el principio de algo grande y hermoso. Veanla.

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