Los políticos se parecen a los futbolistas en algunas cosas: cobran mucho y hablan públicamente como idiotas. Después, en privado, son listos como serpientes y astutos como zorros. Dicen caca, culo, pedo, pis como los que más y se meten puñaladas sin la menor contemplación. No debe extrañarnos lo que le ha pasado a Esperanza Aguirre en Madrid con el micrófono. El micrófono amplifica las ondas y los periodistas difunden el mensaje. Pero el problema es otro. El problema grave que tenemos en esta “sociedad de la información” es que hemos permitido y hemos aceptado que los políticos salgan hablando día tras día como idiotas, en un tono neutro, con entonaciones robóticas para difuminar su mensaje tras unas palabras ambiguas y un tono de seriedad. A los futbolistas les pasa parecido. Si fuéramos más listos, pediríamos que se nos hablara en el lenguaje de verdad, en el que se usa en las calles y en los bares. En el que se usa cuando se piensa que el micrófono está apagado.
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Desesperanza me da miedo…