Tafman o la belleza del absurdo

Tafman. Debut con picadores en la monumental Ley Seca. Lleno. Ovación y oreja con palmas tras aviso. Foto: cholada del facebook vilmente a Clara López Ipas

El hijo de skrin skron se manifiesta. Ha nacido el anticristo musical del PAM. Javier Tafalla, el guitarrista de Copiloto, de Nubosidad Variable, el tipo de las ocho voces se llama ahora Tafman y canta por libre cuando le dejan y cuando le da la gana. Eso hizo el viernes, día 3 de septiembre en la Ley Seca. Tafman es, básicamente dos cosas: un showman y un guitarrista solvente. No es todavía un buen transmisor de canciones y por ahí va la primera muesca de la actuación del personaje que más grupos musicales ha fundado en una misma tarde: las canciones tienen que ser lo primero y, por ahora, son lo tercero. Tiempo al tiempo porque las ideas son buenas y el ejecutante lo es también.
Tafman hizo reir con sus presentaciones en inglés. Un inglés fluido, muy musical, muy de Axl Rose. Sin embargo, un tipo con una guitarra y con temas como los que defiende Tafman tiene también que provocar otros sentimientos. Las composiciones enseñan una capacidad de creación compleja y, a veces, bella. Piden, además, música y músicos dándole sentido a los múltiples cambios de tempo, de armonía y de ambiente que las propias canciones tienen. Los temas de Tafman, con alguna excepción, no son redondos, están llenos de aristas musicales y líricas que los hacen especiales. Por ahí está el filón y también el peligro, porque algo habrá que limar. Algunas de las melodías que escuchamos la pasada noche piden a gritos «redondez musical» y brevedad para entrar por el conducto emocional de la audiencia y dejar un recuerdo nítido. Eso que se llama el buen sabor de boca.
Tafalla habla de desamor, de lo políticamente incorrecto en su expresión más radical, del autoconocimiento y el auto-desconocimiento, de Dios y de curas mal curados, aunque superados. Habla también del absurdo y ahí es donde toca la verdadera belleza en versos que rozan el poema naif. Ejemplo: «nadie pensó en lo bonito que hubiera sido enamorarse del cartero». Nadie lo pensó hasta que un día lo dijo Tafman.
Ana Manzana empieza a tener algo más que voz y piernas cuando sube al escenario. Ahora tiene peso y presencia. El siguiente paso es irse muy lejos a cantar, al país donde viven las canciones, un lugar en el que se está muy solo, aunque el garito esté lleno. Un lugar que se llama transmisión. Disfrutemos de ella hasta que vuele por libre. Su colaboración en el concierto fue un soplo de aire fresco. El momento de lectura de un texto histórico mezclado con la música fue impactante y elegante. Hay melodías que tienen mucha fuerza, aunque sean la versión de un villancico. Por ahí deben ir los tiros. Menos es más. El silencio en los bares se gana, no se pide. ¡Pueblo de Roma, calla ahora y escucha a Tafman!

Oua Umplute, café agridulce

Crítica de Teatro. Texto de Octavio G. Milián

Teatro Che y Moche en su vertiente más musical y de teatro de calle estrenó por fin en Zaragoza su obra Oua Umplute con la que lleva casi dos años girando por toda España, con un enorme éxito de crítica y público. No se trata de un montaje teatral al uso, puesto que la línea narrativa es mínima: basándose en las excusa de un espectáculo musical de influencia zíngara en el que cuatro primos realizan un homenaje a su abuelo Dimitri, se van sucediendo una serie de anécdotas y momentos cómicos basados sobre todo en la fuerza expresiva y corporal de los intérpretes. Las canciones, que son la base del espectáculo, se van desgranando de manera regular durante toda la obra, ejecutadas de manera festiva por una banda solvente en la que destaca la enorme maestría de la violinista y el trabajo eficiente del guitarrista, sobre todo marcando las líneas de bajo. El cuarteto se completa con un batería-percusionista, que juega el papel de patán descocado y un maestro de ceremonias, riguroso en el clarinete y el saxo. Una escenografía muy lograda, carente de excesos y supeditada al movimiento mínimo del escenario, convertido casi en sala de conciertos, además de algunos momentos hilarantes, con participación del público incluida son lo más destacado de este Oua Umplute. Es importante recalcar que el montaje se asemeja mucho más a un café cantante que a una dramaturgia clásica, lo que lo hace, posiblemente, cercano al público generalista pero que puede ser una sorpresa agridulce para el que no se acerque avisado.

"La musique et la matière"

Crónica del Concierto de Dominique A en el Café Hispano. Jueves 14 Enero 2010.

Texto y foto de Ana Manzana.

 

Sucede con la mayoría de cantautores franceses pseudo-conocidos en nuestro país que, además de vincularlos por defecto, nunca mejor dicho, al género de la “chanson française” (no importa que se matice con el adjetivo “nouvelle”), se intenta explicar su música a través de las relaciones que los vinculan inexorablemente a sus respectivas amantes artistas, sobre todo si comparten gremio (como si fuera algo relevante, excesivamente relevante en verdad). Así pues, si a usted le han nombrado en alguna ocasión a Dominque A, es posible que se haya aludido a continuación a Françoiz Breut, con la que mantuvo una suerte de idilio hace unos años. Pero lo cierto es que sólo hubo un Serge Gainsbourg y una Jane Birkin y, además, desde finales de los años sesenta (cuando, por otra parte, la expresión comenzó a resultar degradada y manida) ya está todo muy avanzado. 

Otro error en el que incurre el mal informado melómano patrio consiste en juzgar la valía de determinado cantautor francés, Dominique A en nuestro caso, por equívoca comparación “con” y equívoca oposición a cualquier otro, estableciendo de este modo una muy prescindible disyuntiva. Por ejemplo, “Dominique A o Benjamín Biolay”, pues nada tienen que ver el uno con el otro, el que canta con el de la decadente voz susurrada, el de la actitud firme con el del aire lánguido. Y así hasta el hastío, estamos en lo de siempre, ¿por qué posicionarnos, por qué quedarnos sólo con uno? 

Dominique A se halla presentando su disco “La musique” (2009, distribuido aquí por el sello Green Ufos y acompañado por el cd extra “La matière”, finalmente editado en formato físico) en diferentes ciudades de España tales como Madrid, Bilbao, La Coruña, Sevilla, Cádiz, Granada, Murcia, Barcelona y Zaragoza. Fue el miércoles pasado, 13 de enero, cuando regresó a Z (ya había ofrecido un concierto acústico en La Casa del Loco hace dos o tres años) para subirse al escenario del Café Hispano, acompañado en esta ocasión por su banda, algo que suscitó opiniones opuestas entre el público. Cabe citar a Bigboy, multiinstrumentista y polifacético miembro de El Factor Humano, que se encargó de inaugurar la noche como telonero. 

Me gustaría, más que redactar una crónica ajustada al concierto, que estas breves próximas líneas sirvieran para exponer una visión más panorámica, ojalá menos limitada de lo que se acostumbra, de la figura de Dominique A: de nombre completo Dominique Ané, nació en Provins, Île de France, casualmente a finales de los años sesenta. Emprendió su carrera musical en los 90, imprimiendo a sus canciones un estilo muy minimalista al que, según él mismo se ha encargado de declarar, ha querido regresar con su último trabajo. Fue en 1993 cuando, independientemente de la discográfica Lithium, comenzó a producir sus propias canciones y a colaborar con Christophe Miossec, Françoiz Breut, Jane Birkin (sí), Jeanne Bailbar, Keren Ann, Yann Tiersen (descúbranlo más allá de las bandas sonoras) o Vincent Delerm, altamente recomendable y sugestivo éste último. 

Desde sus inicios hasta ahora, el material contenido dentro de media docena de discos avalan a Dominique A como uno de los más brillantes compositores del país vecino. Discos a través de los cuales ha sufrido una curiosa evolución retrospectiva, de vuelta a los orígenes y de búsqueda y “recuperación” de la plena libertad de creación, aunque mucho más lúcido, en sus propias palabras, “menos nublado” que hace diez años.  Supongo que no resulta casual entonces el nombre de “La musique”, como tampoco el de “La matière”, aunque cabría preguntarse si es en simultaneidad, la música, materia prima y producto final. En sí misma.

Según Dominique A, sus últimas canciones han sido concebidas de manera muy inmediata, urgente, desde su casa, sin ordenador, grabando con máquinas y evitando la acústica en pro de la guitarra eléctrica, pero teniendo en todo momento muy claro que la mezcla debería correr a cargo de su viejo amigo Dominique Brusso. Obsesionado, por otra parte, con la idea de la autenticidad, de no “mentir” con la producción y los efectos, de la concepción “lo-fi”. “Ahora, realmente me gusta usar la tecnología si aporta belleza a una canción”. 

El setlist incluyó prácticamente la totalidad de “La musique”, incluida la canción homónima, también “Nanortalik”, “Qui-est Tu?”, la deliciosa y celebrada “Hasta (Que El Cuerpo Aguante)”, “Je Suis Parti Avec Toi”, “Le Bruit Blanc de L’été”, “La Fin D’un Monde”, sin olvidar algunos de éxitos de sus anteriores trabajos, “Pour La Peau” o “En Secret”, con arreglos mucho más eléctricos. El público abarrotaba la sala (¿caben en el Café Hispano doscientas personas?) y, aunque resulta obvio que quien paga por asistir a un concierto en una fría y lluviosa noche de miércoles lo hace porque el artista en cuestión debe de suscitarle algún tipo de interés, lamenté la falta de silencio en algunos momentos, sobre todo en los sectores más alejados del escenario. Además, cabe destacar la notable y reconocible presencia de estudiantes Erasmus (franceses, claro). Ellos, que asimismo llamaban la atención por ser más jóvenes que el resto de asistentes, fueron lógicamente quienes más cantaron y más efusivos se mostraron con respecto a Dominique A. 

El repertorio sonó mucho más eléctrico e incluso electrónico que en los respectivos discos, como cabía esperar. Las opiniones al respecto suscitadas entre el público, tal y como me he referido al inicio de la crónica, fueron heterogéneas, opuestas. Los comentarios más reiterados lamentaban que Dominque A hubiera olvidado éxitos como “Antonia” aquella noche y, cómo no, hacían referencia a lo doblemente gratificante que es o habría sido conocer, saber traducir las letras de las canciones. Sin embargo, no olvidemos (por mucho que las letras, máxime cuando pertenecen a un compositor como el que nos ocupa, formen ensalzada y exquisita parte de la canción) que al fin y al cabo nos estamos refiriendo a la música, como ente, que se sabe idioma universal. “La musique” y ya está. Quien quiso bailar al ritmo de la misma lo hizo y, además, muy enérgicamente. 

Siempre he tenido noticia de un Dominique A elegante y sobrio, sin embargo, no por ello dejó de maravillarme la facilidad con la que expresa emociones y sentimientos, más allá de lo comedido y contenido que en él intuía. Prácticamente nulo movimiento sobre el escenario, sí mucha comunicación con el cuello y con las manos. Con el cuello, mediante gestos firmes, secos, al ritmo que iban marcando las percusiones, marcando los tiempos fuertes de los compases y finalizando las canciones con esos característicos cortes bruscos. Con las manos, gesticulando con ellas deliberada y obstinadamente, cuando las liberaba por unos instantes de su guitarra y jugaba a emular algo así como el vuelo de los pájaros, acaso los protagonistas de “Le Courage des Oiseaux”. 

Hubo al final del concierto aplausos, bises, más aplausos y más bises. Y, cuando Dominique A abandonó el escenario, dedicó unos instantes a quienes más raudos se le acercaron: por muy poco tiempo firmó discos y medio sonrió a los objetivos de algunas cámaras de fotos con un ambiguo trato afable a la par que incómodo (como si se tratara de un indefenso pájaro al que se le abren las puertas de su jaula y se estremece de puro temor a lo desconocido y externo). En cualquier caso, cansado. Y lo hizo desde una de las esquinas del Café para, a continuación, sin que nadie lo advirtiera, volarse azul como la noche.

Crónica de mi primer Bloguellón (aunque era el número 20)

Veinte bloguellones. A la de veinte va la vencida. Carmelo fue por delante con un horno y tres tiendas para sortear. No me tocó nada. A Rosa le tocó un cuchillo jamonero envuelto en papel de plata. Lo cambió por una de nuestras tiendas.

Predicadores 70. Aquí no hay ni el Tato. Entro en el albergue y veo a cuatro jóvenes chateando y a tres conversando en unos sillones. No hay prisa a los veinte años. Sigo caminando convencido de que me he equivocado. No es así. Algo me dice que baje por unas escaleras con pinta de antiguas. El follón siempre está abajo, como los gases perversos.

-¿Qué Saldaña eres tú?- me pregunta el gran Sarria, el hombre de los 18 blogs. Entre Emilio y Jose María Moncasi le explican quién soy yo. Emilio se mueve en el bloguellón como un anfitrión, preocupado de que todo salga bien. A veces, se distancia un par de metros y observa. Tiene silencios y caladas muy hondas.

Gabriel va de aquí para allá. Él es el inventor del montaje, el que nos invitó a entrar en las pantallas de nuestros ordenadores a conocernos. El que nos dijo que detrás de cada blog había alguien. Y le hemos creído. Yo a la de veinte. Hay una actuación de magos. Un link por un truco. O un truco por un link. Sea.  Bambino y yo tenemos algo en común. Su cara me sonaba.

Aparece un hombre bueno repartiendo guirlache. Debería haber más gente como Carlos en este mundo. Yo me llevo ración doble y no digo que no. Ha sido un año duro.  Un tipo mediocre debuta como yo y observa el percal con escepticismo. Le digo al oído que esto tiene algo de reunión de alcoholicos anónimos, pero que tiene su gracia. En el fondo, estamos encantados.

Conozco a Tricas, un tipo afable y serio. También aparece por ahí la madre de Alex. Es su primera vez, como la mía. Los blogs de cocina arrasan. Por cierto, Javier Monzón tiene muchas fans. No me extraña, con lo bueno que está… Durante el sorteo, comparto esperanzas con Pichicola y con Nicolás de Roymar. A ellos les toca algo. A mí nada. Habrán sido más buenos.

Me gustaría quedarme a cenar, pero no puede ser. Tiro la bomba de humo y desaparezco. No será la única vez.

16122009

Franz Ferdinand, la elegancia desgarradora

kapranos

Texto,  Pilar Román

Foto, Pedro Popker

Concierto de Franz Ferdinand en Zaragoza. Viernes 4 de diciembre 09. 5000 personas en el Príncipe Felipe

Ningún público podría imaginar que un grupo de chicos escoceses liderado por Alex Kapranos -con esa cara de haberse comido todas las collejas en el patio de la escuela-  fuera capaz de descargar una artillería  tan pesada y contundente.

Con una afluencia más que aceptable en el pabellón Príncipe Felipe, todos luchábamos en esa batalla por hacernos un hueco en la parte de abajo. ¡Queríamos bailar! Aderezados con una elegante modernidad, los de Glasgow, saludando con “No you girls”, estaban inyectando en el aire el preciso perfume para hacer que nuestros cuerpos vibrasen y se convulsionaran hasta el éxtasis. Y así fue; con “Do you want to”, casi se hunde el pabellón. Kapranos y sus secuaces nos hicieron brincar sin medida. Me parece a mí que más de uno de los allí presentes, se levantó al día siguiente con agujetas, al menos yo, y qué placer que da ese dolor del recuerdo.

No hubo lugar para la tregua, cuando por un momento se presagiaba una relajación en su artillería, apareció el riff de “Take me out”, escrito para siempre en las páginas del rock and roll del nuevo siglo.

El Archiduque de Austria, se mimetizó con aquel que le diera su nombre, por su pulcritud en sus maneras y sus formas. Nos sorprendió con el gran episodio de la batalla, todos los componentes del grupo, unieron sus talentos a la percusión, aporreándola acompasada y furiosamente. Fue brutal, estos tipos son muy grandes.

Empezábamos a notar cómo fluía nuestra sangre por las venas, hasta que explosionó “This fire”, entonces fue cuando esa sangre hervía con fuerza, estábamos ya fuera de control.

Noche memorable para los allí presentes, muchas gracias por hacernos sentir parte de vosotros.

Louisiana va primero

 lousiana gustav

Por el maquinista            Foto: Gustav Choos

Crónica del Concierto de Lousiana del día 15 de octubre de 2009 teloneando a Amaia Montero.

Puntuales y elegantes, como si fueran de boda, se presentaron los cinco miembros de Lousiana ante el público del paseo de la Independencia. Nada de sms ni de correos electrónicos para mover al público. No hacía falta.  Público fresco para un mensaje fresco.

Lousiana tiene varios argumentos para dar guerra, entre ellos, los múltiples registros de voz de su cantante, las bellas armonías vocales, una colección de buenas influencias y el gusto por la buena música. El concierto, breve e intenso, salió bien. Fluido y sin grandes problemas de sonido. Lo mejor, la transmisión y no me refiero a la de oe, oe con el público, que tampoco es fácil, sino la transmisión de verdad, la de los sentimientos y las emociones que se esconden detrás de la música.

La música de Lousiana podría enmarcarse en el pop intimista con algún pretendido toque Folk que habría que matizar y trabajar con calma. Es, por tanto, una música de detalle que pierde mucho si se tira por el trazo grueso y la calle de en medio, sobre todo en la sección rítmica, algo que ocurrió en contados momentos. Lousiana no tiene un single para ir cantando por la calle, pero tiene paisajes sonoros interesantes. Quizá, habrá que buscar el punto medio y esperar un poco más de lo que piden las ganas para meterse al estudio.

Las guitarras acústicas están muy bien entendidas en Lousiana. No son un rasca y gana más, prescindible, como en tantos grupos, sino un elemento sonoro y, a veces, rítmico, que da color a las composiciones. El trabajo de guitarras resulta bien enfocado, sin estridencias y con elegancia, siempre muy pendientes de lo que el grupo necesita. Hablando de necesidades, es básico encontrar bases y programaciones que lleven la música de esta banda a un plano superior, sugerente e inquietante. Eso los convertiría en sorprendentes en una primera escucha. Además, la composición de los textos debe liberarse un poco del peso excesivo del poema, para dar paso a la letra musical, que es un género diferente. Parecido, pero diferente.

Después tocaba una rubia de San Sebastián. No me quedé. Hacía frío.