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He terminado Aragón sin empalmes, el libro de Carbonell y Roberto Miranda. Me ha gustado. No tiene ningún fundamento, rigor, ni seriedad y eso es lo que lo hace divertido y especial. Los dos autores se meten en un cuarto a las nueve de la mañana y empiezan a decir cosas sin fundamento. Cuando alguna les hace gracia, la escriben. Así salen las obras de Miranda y Carbonell.

El humor es una de las pocas disciplinas en las que está bien visto decir la verdad y llamar ladrón a algún político sin llevarse una denuncia. Si leen Aragón sin empalmes, quizá conozcan al obispo de Dinópolis.

En la lista de los más vendidos del Heraldo sale este libro el primero. Qué paradoja. En la dedicatoria de mi ejemplar pone «cuánto talento desperdiciado». Cuanta razón. Muy recomendable.

 

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